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reja, pero también como creativos, como personas que llevaban años habitando industrias donde la imagen lo era todo y el cuerpo muchas veces era un campo de exigencia. Crear RuMU Beautry fue, en parte, crear un lugar donde pudiéramos respirar. Un espacio que no reprodujera las violencias sutiles (y no tan sutiles) que muchas veces vivimos. Pero también fue proyectar hacia fuera una idea de sociedad: una en la que la belleza no se mida por cumplimiento de normas, sino por expresión libre, cuidado real y escucha mutua. Nuestros valores como marca no son un posicionamiento de marketing: son lo que deseábamos ver en el mundo. Formulamos desde la piel, pero también desde la experiencia. Desde la necesidad de sanar, acompañar y construir algo que tuviera sentido no solo para vender, sino para vivir. ¿De qué forma el proyecto ha sido también una vía de reconciliación personal o activismo íntimo? G.S.: RuMU Beauty fue, desde el inicio, una forma de sanar y de reconciliarnos con la belleza, con el cuerpo, con el cuidado. Como pareja y como creativos, veníamos de entornos —especialmente el de la moda— donde lo visual lo era todo. Pero esa estética muchas veces funcionaba como una forma de control, de exigencia constante, donde lo que no entraba en la norma se volvía descartable. Aunque desde fuera se perciba como una industria libre, la moda sigue arrastrando muchos vestigios del patriarcado: la mirada femenina se subestima, lo emocional se considera débil, lo blando se aparta. E.C.: Crear RuMU Beauty fue preguntarnos qué pasaría si pudiéramos diseñar sin obedecer a esos moldes. Sin pedir permiso. Sin disimular lo que somos. Fue, y sigue siendo, un proyecto de activismo íntimo. Porque nace de lo más vulnerable que tenemos: la piel, lo no dicho, lo que aprendimos a esconder. Pero también es un gesto profundamente amoroso. G.S.: Hoy vemos que, sin planearlo, RuMU terminó siendo una carta de amor a nuestro yo del pasado. Una promesa escrita con fórmulas y palabras, donde nos dijimos: “vamos a intentar que el futuro no duela tanto como dolió esto.” Y esa promesa es la que seguimos intentando cumplir. ¿Qué aprendizajes personales y profesionales se han cristalizado al construir una marca que desafía las normas desde lo más íntimo? E.C.: Que lo más difícil de mostrar suele ser justo lo que más conecta. Que lo que a veces se vive como “exceso” o “fragilidad” —la sensibilidad, la diferencia, el conflicto con lo normativo— puede convertirse en fuerza cuando se transforma en acción. Aprendimos que lo íntimo también es político. Que hablar de piel, de belleza o de cuidado es hablar de lo que se nos permitió —o no— sentir y mostrar. G.S.: Hacer RuMU Beauty fue, y sigue siendo, un proceso de reconciliación: con nuestras pieles, con nuestros errores, con nuestras versiones pasadas. Descubrimos que el cuidado no se impone, se acompaña. Y que no hace falta tener todas las respuestas para construir algo honesto, solo tener claro desde dónde hablas. En lo profesional, entendimos que se puede formular bien sin vender humo, diseñar sin caer en el cliché y comunicar sin disfrazarse. Y lo más bonito es que lo que empezó como algo muy personal terminó creando una comunidad que no exige RuMU Beauty fue desde el inicio una forma de sanar con la belleza. 34 ENTREVISTA green zone GREENZONE GREENZONE GREENZONE GREENZONE GREENZONE GREENZONE GREENZONE

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