Pedro Catalá Cosmetólogo, doctor en Farmacia, profesor de Química Cosmética en la Universidad de Siena y fundador de Twelve Beauty.
Es, quizá, el tipo o estado de piel menos entendido y más maltratado en la búsqueda errónea de la perfección de una piel mate. La piel grasa y mixta ha sido tradicionalmente estigmatizada por el brillo, los poros dilatados y la propensión al acné. Sin embargo, detrás de estos desafíos superficiales, se esconde una formidable maquinaria biológica que ofrece una gran ventaja: un envejecimiento cutáneo más lento en comparación con las pieles secas.
Para el profesional de la belleza y el cuidado de la piel, entender la complejidad de la piel grasa, diagnosticar sus necesidades reales y desmontar los mitos es clave para ofrecer protocolos y productos que no solo la equilibren, sino que potencien su capacidad natural de defensa y longevidad. Repasemos sus peculiaridades, ventajas, desventajas y los cuidados básicos que marcan la diferencia en el mostrador y la cabina.
El sebo no es un enemigo, sino un aliado antiedad
El argumento central de la longevidad de la piel grasa reside en su abundante y constante producción de sebo. Este no es solo un lubricante; es un escudo cutáneo multifuncional con un impacto directo en la estructura dérmica y epidérmica, lo que explica la menor incidencia de arrugas finas.
El sebo ejerce una triple función en la prevención de arrugas
En primer lugar, actúa como función barrera y de retención de agua. La capa lipídica superficial actúa como un efectivo film hidrolipídico. Esta barrera natural es crucial para minimizar la Pérdida de Agua Transepidérmica (TEWL). Una piel con mejor retención hídrica se mantiene turgente, elástica y “acolchada”. Este acolchado natural reduce el estrés mecánico de los movimientos faciales y previene la formación prematura de líneas de expresión y arrugas de deshidratación.
En segundo lugar, proporciona densidad y soporte estructural. La producción constante de lípidos se correlaciona con una mayor densidad cutánea en las capas externas de la dermis. Las pieles grasas, al ser intrínsecamente más gruesas y con un mayor volumen lipídico, ofrecen una resistencia superior a la flacidez y al colapso de la estructura dérmica. Las arrugas profundas, si bien no se eliminan, suelen tardar más en instaurarse.
Y, por último, actúa como un protector antioxidante natural. El sebo no es solo agua y lípidos; contiene antioxidantes naturales, destacando la Vitamina E y el escualeno. Estos componentes ofrecen una primera línea de defensa contra los radicales libres generados por la radiación UV y la polución, que son los principales culpables del daño oxidativo del colágeno y la elastina, y por ende, del envejecimiento prematuro.
Es esencial educar al cliente en que la piel grasa envejece menos en términos de líneas finas y arrugas estáticas visibles, pero también en que no es inmune al envejecimiento global. La flacidez y la pérdida de volumen siguen su curso, y los factores externos (UV, estrés) tienen un peso incluso mayor.
La cara B de la piel grasa: desafíos estéticos y funcionales
Afirmar que la piel grasa envejece mejor es una verdad a medias. Si bien las arrugas pueden retrasarse, la piel grasa es propensa a otros signos visibles de deterioro y disfunción que pueden darle una apariencia envejecida o irregular prematuramente.
El primero de ellos son los poros dilatados. El exceso de sebo y la acumulación de células muertas fuerzan la dilatación del folículo pilosebáceo. Los poros visibles no solo afectan a la textura de la piel, hacen que la superficie cutánea no sea lisa y que por tanto, pierda luminosidad, lo que puede suponer un impacto estético significativo para algunas personas.
También hay que hablar de las secuelas post-acné (cicatrices y manchas). Los procesos inflamatorios crónicos asociados al acné generan un alto riesgo de cicatrices atróficas o hipertróficas y de hiperpigmentación post-inflamatoria (HPI). Estas marcas, especialmente en tonos de piel más oscuros, pueden darle a la piel un aspecto irregular y “dañado” que contrarresta la ventaja antiedad.
Y el último de estos signos del que habría que hablar es la inflamación crónica silenciosa. La congestión y el acné, incluso en formas leves, implican un estado de inflamación de bajo grado. Esta inflamación debilita la barrera cutánea, genera rojeces y, a largo plazo, contribuye a la degradación del colágeno, acelerando el envejecimiento intrínseco.
Desmontando los errores de cuidado: el mito de la piel “resistente”
El mayor obstáculo para mantener una piel grasa saludable y que se beneficie de su longevidad natural, son las rutinas de cuidado inadecuadas, a menudo guiadas por la necesidad de eliminar el brillo a toda costa.
El mayor error es realizar una limpieza agresiva: El instinto más generalizado es “secar” la piel grasa. Esto lleva al uso de limpiadores con detergentes fuertes (incluidos algunos naturales) y un pH elevado.
Esto provoca un efecto rebote: la limpieza agresiva no solo elimina el exceso de sebo, sino que también despoja a la piel de sus lípidos esenciales, dañando la barrera. La piel, en un mecanismo de defensa biológico, sobrecompensa el déficit de lípidos, estimulando aún más la producción de sebo (efecto rebote).
La solución profesional es abogar por la limpieza doble (si usa maquillaje o protector solar) y el uso de tensioactivos suaves y anfotéricos que limpien eficazmente sin alterar el manto ácido (pH ideal cercano a 5). La primera limpieza con un aceite rico en ácido linoleico o un bálsamo emulsionable es ideal para “disolver grasa con grasa de calidad”. También el uso de aceite de jojoba es una opción muy válida para eliminar maquillaje a base cerosa como los lápices de ojos.
La hidratación es la gran olvidada
Existe la creencia errónea de que, si la piel es grasa, está hidratada. El sebo es lípido (aceite), no agua. Todas las pieles necesitan humectantes y emolientes.
La piel grasa requiere humectantes hidrosolubles como el ácido hialurónico (de bajo peso molecular), la glicerina o el pantenol, para ligar el agua a la epidermis y mantener la elasticidad y flexibilidad, sin aportar pesadez.
Eso sí, se deben priorizar emolientes no comedogénicos y ligeros (ej. siliconas volátiles, triglicéridos de cadena media) para sellar la hidratación sin ocluir los poros.
La piel grasa es, a menudo, una piel sensible y reactiva. Los constantes ataques con ácidos exfoliantes muy concentrados, el scrubbing físico o productos con alcohol pueden disparar la sensibilidad, resultando en rojeces, reactividad e inflamación, debilitando a largo plazo su capacidad de defensa.
Protocolo avanzado para la piel grasa: equilibrio y longevidad
Para que la piel grasa maximice sus beneficios antiedad, el enfoque del profesional debe ser equilibrado: regular sin resecar, y proteger sin ocluir.
En conclusión, la piel grasa es un tesoro antiedad que requiere un cuidado sofisticado y basado en el equilibrio, no en la agresión. El rol de la perfumería y la cosmética especializada es ofrecer soluciones que respeten el microbioma, regulen el sebo con inteligencia y nutran la piel, permitiendo que esta tipología cutánea brille por su salud y por su prometido envejecimiento más lento.




