Por Sandra Iruela, perfumista, consultora de marketing olfativo y sensorial para empresas. Experta en el diseño de perfumes personalizados y profesora de cursos de perfumería
La categoría de perfumes unisex ha dejado de ser una curiosidad comercial para consolidarse como un segmento en plena expansión dentro del mercado global de fragancias. Lejos de representar una simple tendencia estética, el auge de las composiciones sin género responde a una transformación profunda en los códigos culturales, el lenguaje de la perfumería y la forma en que el consumidor contemporáneo construye su identidad sensorial.
Durante décadas, la perfumería occidental ha estado atravesada por una clasificación impuesta por el marketing: notas florales, frutales, dulces o empolvadas para las mujeres; acordes fougère, especiados, cueros o amaderados para los hombres. Esta separación —más cultural que técnica— ha configurado el imaginario de generaciones de consumidores.
Sin embargo, a partir de los años 90, esa línea divisoria comenzó a difuminarse. El punto de inflexión llegó con CK One (1994), la icónica creación de Alberto Morillas y Harry Fremont para Calvin Klein. Con su arquitectura olfativa limpia, cítrica y almizclada, esta fragancia introdujo una nueva sensibilidad minimalista, fresca y democrática, que abría paso a una experiencia compartida más allá del género.
Desde entonces, las fragancias unisex han evolucionado hacia composiciones más complejas y sofisticadas. El objetivo ya no es simplemente evitar lo “demasiado dulce” o lo “excesivamente áspero”, sino permitir que quien la lleve proyecte su personalidad de manera auténtica, sin etiquetas impuestas.
Claves técnicas del perfume unisex
Desde el punto de vista creativo, los perfumes unisex se caracterizan por:
- Equilibrio entre notas de salida y fondo, sin caer en los extremos sensoriales. Abundan las construcciones cítricas, especiadas, verdes, marinas y amaderadas, capaces de resonar emocionalmente sin asociarse a un género específico.
Algunos acordes representativos incluyen:
- Bergamota & almizcle blanco
- Sándalo & lavanda
- Vetiver & jazmín
- Pimienta rosa & ámbar gris
- Acordes abstractos o no narrativos: se evitan los clichés figurativos (como la rosa "femenina" o el cuero "masculino") en favor de fórmulas más abiertas, que evocan estados de ánimo, atmósferas o paisajes emocionales.
- Uso estratégico de moléculas sintéticas: ingredientes como Iso E Super, Ambroxan o Cashmeran permiten crear fragancias que interactúan dinámicamente con la piel, dando lugar a una percepción única en cada usuario.
El frasco: ¿último bastión del género?
Pese a la evolución en la fórmula, persiste una contradicción llamativa: el frasco sigue hablando un lenguaje binario. En perfumería, el envase es mucho más que un contenedor; es una herramienta narrativa que comunica tanto como el aroma. Durante años, los frascos han reforzado estereotipos visuales: curvas suaves y tonos pastel para ellas, formas rectas y acabados metálicos para ellos.
Esta codificación responde a una lógica comercial aún vigente. En perfumerías tradicionales, la clasificación por género sigue rigiendo la disposición de los productos. El diseño del frasco ayuda a ubicarlo en el punto de venta, a cumplir con las expectativas visuales del consumidor y a consolidarse como símbolo estético o de estatus.
Incluso el minimalismo, percibido a menudo como “neutro”, puede ser leído culturalmente como masculino por su afinidad con el diseño funcional. Por eso, más que buscar eliminar cualquier rasgo de género, la solución podría estar en reinterpretarlo: diseñar frascos que no impongan identidades, sino que actúen como lienzos abiertos para una experiencia sensorial libre.
El papel de la perfumería “Niche”
La perfumería de autor ha sido un terreno fértil para explorar este nuevo territorio olfativo. Marcas como Le Labo, Escentric Molecules, Aesop o Orto Parisi han desarrollado colecciones donde el género deja de ser criterio de clasificación. En mi caso, con la colección de Iruela Fine Fragrances, buscamos precisamente eso: ofrecer perfumes donde el usuario elige desde la emoción, desde lo que la fragancia le evoca, no desde una etiqueta predefinida.
El diseño olfativo se concibe así no desde el género, sino desde el paisaje emocional que se desea evocar, desde la memoria que se busca activar. Cada fórmula se convierte en una invitación sensorial única.
Más que una moda: una declaración de libertad
En un contexto donde las identidades se comprenden como fluidas, personales y múltiples, las fragancias sin género representan una herramienta poderosa de autoexpresión.
Los perfumes unisex no son una moda pasajera. Son el reflejo de una nueva forma de entender la identidad, el arte y el perfume. En un mundo que valora la autenticidad, elegir una fragancia sin etiquetas es, en sí mismo, una declaración de estilo, sensibilidad y libertad.