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ENTREVISTAS


Clara Buedo, periodista de belleza, autora de “Historia del perfume: Relatos olfativos del pasado”

“Los médicos antiguos pensaban que el olfato, por su cercanía al cerebro, era la vía idónea para prevenir o erradicar la enfermedad, y las sustancias aromáticas, por sus cualidades de volatilidad y penetrabilidad, las únicas adecuadas para sanar”

Cuéntenos, ¿qué le empujó a escribir “Historia del perfume: Relatos olfativos del pasado”?

Fue una petición de la editorial Libros Catarata a través de Academia del Perfume. Ya tenía en mente escribir algo sobre la evolución del perfume, pero desde el prisma del arte, así que no lo dudé.

¿Qué supuso para usted que una autoridad como Marina Barcenilla aceptara escribir el prólogo de su libro?

Creo que las verdaderas conexiones provienen del alma. Marina es una de esas personas con las que conecté de forma intuitiva e instantánea, por tanto, cuando confirmé el proyecto de libro, fue la primera que me vino a la cabeza para prologarlo.

En su libro habla del olor, pero también del hedor, ¿por qué?

La teoría de los miasmas, muy desarrollada por autores como Alain Corbin, es en buena parte la que ha dado sentido al desarrollo del perfume a lo largo de la Historia. Las creencias arcaicas sobre la influencia del hedor en el cuerpo humano como causa de enfermedad e insalubridad del aire, me parecieron de suficiente peso como para armar la evolución del perfume. Los médicos antiguos pensaban que el olfato, por su cercanía al cerebro, era la vía idónea para prevenir o erradicar la enfermedad, y las sustancias aromáticas, por sus cualidades de volatilidad y penetrabilidad, las únicas adecuadas para sanar. Mirado con perspectiva, puede que esa obsesión por “achicar la fetidez” por medio de la fragancia, evolucionase hasta llegar a las sociedades desodorizadas de la actualidad.

¿Qué es lo que más le ha sorprendido de lo que ha descubierto en su proceso de investigación?

¡Muchas cosas!, desde los “perfumes ingeridos” de los cuales Cleopatra hizo buen uso al tomar terebinto (pistacia terebinthus) y bayas de enebro para que su orina oliese a violetas; a los bezoares o el concepto de erotismo hindú. Me llamó la atención ese estudio centrado en Cleopatra, no tanto por la intención de la reina egipcia de que sus orines oliesen bien –que también–, sino por el desarrollo de la teoría que indicaba que, al ingerir terebinto y bayas de enebro, el cuerpo lo transforma en una molécula, la ionona, que es precisamente la que confiere buen olor a las violetas o la raíz de iris. Algo que para mí tenía sentido pues, según la aromaterapia, el aceite esencial de enebro es un gran drenante de los emuntorios, los órganos por los cuales excretamos toxinas y desechos, como la piel o los riñones, por tanto, esa acción purificante transformaría los malos olores que excreta el cuerpo.

Descubrí el bezoar, una especie de cálculo biliar desecado de algunos mamíferos, por una antigua receta védica de óleo perfumado para ungir las estatuillas de los dioses. Nunca la había visto antes formando parte de una composición aromática, así que me llamó la atención, no solo por cómo podría oler, sino por esa obsesión de las civilizaciones antiguas con las sustancias animales que hoy siguen siendo parte importante en perfumería. Investigué e investigué, en cuanto a su olor, en algunos documentos se reseñaba que tenía un matiz a ámbar gris y el pelaje húmedo de los animales, por tanto, seguía la estela olfativa del resto de animálicos que fascinaron a la antigüedad. Pero llegó a ser tan venerada y valorada, sobre todo por considerarse una panacea anti veneno, que se creyó un talismán muy valioso, incluso dicen que la reina Isabel de Inglaterra se hizo engastar un pequeño bezoar en un anillo de plata para llevarlo siempre consigo. Como todas las sustancias animales, tuvo un cariz mágico, místico, como un regalo de los dioses.

Y, en cuanto al concepto de erotismo en la antigua India, esa asociación de lo dulce con la pasión y la libido me hizo entender la base de muchas composiciones consideradas “narcóticas” o sensuales de la actualidad. Para el Ayurveda, la antigua ciencia de salud hindú, el equilibrio se centra en los 9 rasas o “sabores”, una teoría que debía impregnar todo, desde la nutrición a la composición de los perfumes cuya función debía ser equilibrar los humores internos del cuerpo a la atmósfera para fomentar la armonía y la salud. “Madhu rasa”, es el sabor dulce, el que en el ser humano forma la carne, la médula o el esperma. Para poder explicarlo, se centran en la figura del dios hindú del amor y el deseo: Kamadeva, con su arco repleto de miel y sus flechas cuyas puntas son flores erógenas, como el jazmín, la davana o la champaca, todas ellas de aromas dulzones consideradas afrodisíacas.

¿El perfume tiene también un componente espiritual?

¡Por supuesto! Se puede afirmar que fue la primera función que se le dio al perfume en la antigüedad, per-fumum: por el humo, servir de vínculo y conexión entre los dioses y los humanos. Se asoció el “buen olor” con la divinidad y, por ejemplo, en la antigua Grecia se pensaba que el perfume “deificaba” a los humanos. Hay muchas sustancias aromáticas que tienen componentes o acciones que permiten expandir la conciencia o entrar en ese estado hipnótico con el que se creía que se podía entablar diálogo con lo sagrado. Por ejemplo, el loto azul, venerado en el antiguo Egipto, cuyo alcaloide nuciferina actúa en el tercer ojo (vórtice energético situado en la frente que, según se piensa, ofrece una percepción más allá de lo ordinario) induciendo al sueño o el trance. Al quemar olíbano, el “incienso genérico” que todos conocemos, se libera trans-hidrocannabidiol, una molécula cercana al THC, la sustancia psicoactiva de la resina de cannabis, lo cual puede explicar que su aroma sea tan reconfortante e introspectivo. De hecho, hay marcas actuales de perfumes, como Spiritum Paris, que se centran en esas cualidades y en otras creencias místicas, como la numerología. 

¿Cuándo y cómo se inicia el vínculo entre perfume y moda?

Pues casi se podría decir que desde la antigüedad más remota cuando las mujeres hacían brasas en el suelo con mezclas perfumadas, se cubrían con un paño o tela para que tanto la piel como las ropas se impregnasen del aroma. Pero desde un punto de vista más “occidental”, diría que desde la Edad Media con el surgimiento de los guantes perfumados que se popularizó entre las élites. Para paliar el nauseabundo olor de los productos utilizados para curtir las pieles, se comenzaron a elaborar mezclas perfumadas con las que se infusionaban las pieles o los guantes ya confeccionados. Fue la razón por la que el oficio de guantero y perfumista en esa época esta unificado. Aunque el desarrollo de esta actividad siempre se asoció a Grasse –cuna del perfume francés–, en realidad comenzó antes en Montpellier, de donde salieron grandes perfumistas como Jean-Louis Fargeon, el perfumista de María Antonieta.

Otro guiño en el XIX fue la moda de las pashminas importadas de India, que venían empaquetadas con capas y capas de pachulí para impedir que los insectos las arruinasen. Hasta que el germen eclosionó en el XX con los primeros couturiers que lanzaron su línea de perfumes como una extensión más de sus creaciones de moda, un vestido “invisible” que se amoldaba al estilo de los diseños y la imagen de la casa de moda en general. El primero fue Paul Poiret en la primera década del XX, pero no fue tan pícaro como visionario, los llamó “Les Parfums de Rosine”, en honor a su hija mayor, por tanto, nunca se llegaron a asociar al nombre del diseñador, como sí ocurrió años más tarde con No. 5 de Chanel.

Después de la investigación que ha llevado a cabo para escribir su libro, si fuera posible, ¿a qué personaje o época histórica, le gustaría visitar o viajar para conocer más sobre sus hábitos perfumísticos?

Sin duda a Arabia, al-Ándalus y la India mogol.

Oyéndola hablar es evidente que siente pasión por el perfume ¿Cómo surgió esta atracción?

Siempre he tenido pasión por el perfume como ese elixir capaz de cambiar estados de ánimo y hacerte sentir “especial”, de individualizarte. Pero podría decir que mi pasión se incrementó cuando descubrí la perfumería independiente o “de autor”, con sus composiciones insólitas, ¡esas que nunca habías olido antes!, aquello me pareció todo un mundo por descubrir. Y hasta la fecha.

¿Qué le parece que en el s. XXI las grandes marcas comerciales de perfume también se dediquen a la “fragancia de autor” o perfumería niche?

Bueno, las enmarcaría más en el concepto "premium" y no "de autor". La perfumería de autor reúne unas características muy específicas que no se dan en estas líneas especiales, por muy selectas que sean. Creo que hay una gran confusión de términos, ni todo es nicho, ni a todo el nicho se le debe denominar nicho, ni mucho menos de autor que son creaciones limitadas, más íntimas y centradas en la calidad del jugo y no tanto en cuestiones comerciales.

Esa propensión a la individualización y personalización del consumidor en las últimas décadas, ha sido una de las razones porque las que el nicho comenzó a ser la opción más demandada en las primeras décadas de 2000, que fue lo que llevó a las grandes marcas a desarrollar líneas más selectas y conceptuales para adaptarse a la demanda creciente.

¿Cómo valora nuestra  cultura olfativa? ¿es mejor o peor que la de otros países?

No es ni mejor ni peor. Cada cultura o civilización tiene sus peculiaridades. De hecho, España tiene un gran poso de “maestría” en el perfume, primero, con todo el legado de al-Ándalus y segundo por ser el hogar de grandes marcas como Myrurgia que marcaron la pauta en las primeras décadas del XX, grandes maestros perfumistas como Alberto Morillas, Rosendo Mateu o Ramón Monegal, además de tener una gran industria del perfume, tanto proveedores de materias primas, laboratorios, etc. En cuanto a gustos, coincide con otras civilizaciones mediterráneas, de climas cálidos/templados, más centradas en los aromas refrescantes y revitalizantes como cítricos y hierbas aromáticas, algo lógico teniendo en cuenta que el Mediterráneo es un gran proveedor de este tipo de ingredientes. Aunque la globalización está llevando a una homogeneización de gustos. Hoy India huele igual que España, pero siempre hubo y habrá ciertas propensiones.

¿Cree que se le ha otorgado al olfato y a los aromas la importancia que merecen? ¿Debería crearse un patrimonio olfativo de la humanidad?

Sin duda a la fragancia se le ha dado la importancia que tiene desde antaño, considerándola el remedio infalible contra epidemias y enfermedades y, por supuesto, es un patrimonio inmaterial que se debe preservar y evitar que se extinga. Que en el futuro se pueda saber cómo olía en el pasado, proteger y salvaguardar los olores característicos de las distintas civilizaciones o épocas, y evitar que la desodorización a la que estamos tan acostumbrados defenestre el verdadero papel del olor.

¿Cuál es su opinión sobre el proyecto “Smell of Heritage?

Son proyectos necesarios. Tanto Smell of Heritage, promovido por Cecilia Benbribe, recientemente nombrada académica por la Academia del Perfume, con la intención de crear una especie de “biblioteca de olores”, archivarlos y salvaguardarlos para que nunca se pierdan, hasta proyectos como el de la científica y artista Sisel Tolaas con Resurrecting the sublime, cuyas investigaciones han dado pie a “resucitar” el aroma de especies extintas gracias al herbario de Harvard. Creo que queda mucho por hacer, tanto por preservar el aroma como por fomentar y divulgar la cultura del perfume de la que hay tanto que, sin duda, aun no conocemos.

¿Habrá segunda parte de la Historia del perfume?

¡De hecho yo me planteo hacer una trilogía! Fue imposible por el espacio pactado del libro y los tiempos hacer hincapié en otras culturas que se citaron de soslayo, o ahondar en otras zonas geográficas y especies no tan conocidas, pero sí importantes para sus gentes. Al final la historia del perfume se suele centrar en Occidente, pero el resto del mundo tiene también mucho que contar… Espero tener la oportunidad de poder hacerlo.

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