Ya en 2003, una reglamentación europea había forzado a los creadores de perfumes, a listar, cuando las utilizaban, 26 sustancias consideradas como “alérgenos”, sobre los embalajes. Esta limitación había forzado a la industria a poner en práctica el principio de precaución, que limitaba los componentes de ciertos ingredientes como, por ejemplo, el musgo de roble.